lunes, 23 de octubre de 2017

El frontispicio del Almagestum Novum de Giovanni Battista Riccioli

Una representación visual de la disputa entre Galileo y los jesuitas.


1.     Introducción

1.1. Marco histórico: Europa y los estados italianos en la primera mitad del siglo XVII
Para la justa interpretación y comprensión de las fuentes de la historia es necesario establecer unas coordenadas económicas, políticas, sociales y culturales que nos ayuden a descifrar las formas de ver el mundo veladas por el paso del tiempo y el devenir histórico.
Es especialmente difícil establecer con claridad las causas de la crisis económica y social que devasta Europa durante el siglo XVII [1]. Una densa red tejida por elementos políticos, demográficos y sociales impide encontrar un cabo suelto para desenredar unívocamente la madeja de los acontecimientos históricos. Una muestra palpable de lo antedicho lo representa el estudio sobre
el origen de la fuerte crisis demográfica sufrida en todo el Continente: las causas se enredan en argumentaciones circulares que culpan de esta catástrofe a las  guerras, a la climatología adversa, a las hambrunas y a la  peste bubónica. Lo cierto es que la economía entra en una profunda crisis de la mano de la caída demográfica, los bajos rendimientos de la agricultura y ganadería – tal vez provocados por la concentración de la propiedad, el estancamiento de la técnica y los bajos precios que desaniman la producción-  y la presión impositiva de los estados que requieren altas sumas para costear  la guerra, la dotación de la administración centralizada y los gastos del absolutismo naciente. Esta situación de crisis desencadena revueltas y en el caos se produce una involución al feudalismo en la propiedad de la tierra, la venta de títulos nobiliarios, el desprecio por las labores comerciales e industriales. El individuo que sufre tales adversidades, azotado por los cuatro jinetes del Apocalipsis, encuentra consuelo en la religión y disipa su rencor y angustia buscando a los responsables de tanto sufrimiento en las conocidas cazas de brujas. El escenario político muestra la lenta pero firme decadencia del  dominio español y el nacimiento y consolidación de Francia como potencia hegemónica. La Guerra de los Treinta años (1618-1648) (fig1.) dirime las diferencias entre los reinos de los Habsburgo y Francia en un contexto diplomático complejo en el que las disputas religiosas entre protestantes y católicos, y sus propias diferencias internas, dotan de profunda confusión e inestabilidad a la política de alianzas.


En este marco político, los distintos estados italianos mantienen un equilibrio inestable entre las potencias dominantes [2].
España despliega su presencia en Italia en forma de pinza entre el Milanesado y las regiones meridionales de Nápoles y Sicilia. La situación social y económica de estos estados encuentra reflejo en toda Europa: caída demográfica en Milán, revueltas en Nápoles y Mesina contra las subidas impositivas impuestas por la Metrópoli, etc.
La influencia española se deja sentir con intensidad en la república aristocrática de Lucca, en Génova y en la Toscana debido a la necesidad que tienen los Habsburgo de crear un corredor logístico y de seguridad entre España, el Milanesado y Centro Europa.
Los franceses utilizan su poder y alianza con el ducado de Saboya, Parma, Plasencia, Módena-Reggio y Mantua Monferrat para estorbar la política española y afirmar su posición estratégica frente a los Estados Pontificios y a la República de Venecia que mantienen la independencia respecto de la tutela española.

Fig. 1 Guerra de los treinta años

                   
1.2. Marco histórico: Europa y los estados italianos en la primera mitad del siglo XVII
Durante todo el siglo XVII, la política de los Habsburgo está influida por la Iglesia Católica y de forma especial por los jesuitas. Para comprender la situación de la Iglesia durante este siglo se debe tener presente las consecuencias religiosas del Concilio de Trento y la evolución de la Contrarreforma.
Las conclusiones de los dieciséis años de disputas y deliberaciones del  Concilio de Trento (1545-1563) se pueden resumir en cuatro: las Sagradas Escrituras y la tradición como fuente de fe, la autoridad indiscutible de la iglesia para interpretar la Biblia, la superioridad del Papa sobre la Asamblea Conciliar  y el acto de fe en la transustanciación de Jesús en la eucaristía. Encontramos durante el siglo XVII el fortalecimiento del catolicismo en la aparición de un espiritualismo de corte místico y en el nacimiento del humanismo cristiano que se consolida y expande con la fundación de la Compañía de Jesús. No se puede olvidar el papel “higiénico” que juega la Inquisición durante todo el siglo XVII vigilando, enjuiciando y condenando a herejes y manteniendo limpia la doctrina mediante el expurgo de libros y conciencias.
En contraposición, el protestantismo y el calvinismo se debilitan  debido  a luchas internas de tipo doctrinal y pastoral, que añadidas a las condiciones políticas adversas, favorecen el avance del catolicismo tridentino.
1.3. El Marco Cultural

1.3.1.      La pintura barroca

No parece aventurado afirmar que el arte barroco nace en Roma a comienzos del seiscientos. Su éxito está ligado a la historia de la Iglesia contrarreformista[3] que utiliza especialmente la pintura como vehículo doctrinal facilitando la comunicación directa con los fieles. El absolutismo  monárquico  por  derecho  divino  se  sirve  del lenguaje artístico del barroco para afianzar y sublimar los valores del poder temporal en la divinidad. Para entender el impacto emocional de la pintura barroca sobre el pueblo no se debe olvidar que la sociedad barroca vive angustiada por la guerra, el hambre y la inseguridad.
El lenguaje didáctico que emplean los pintores barrocos pretende asombrar, infundir respeto, invitar a la reflexión y mostrar ejemplos de virtud y santidad[4]. Las claves que identifican dicho lenguaje son: presentar lo sobrenatural como algo cotidiano y utilizar el movimiento de las figuras para construir un escenario dramático vivo en el que  los contrastes de color, el clarosocuro y la perspectiva motiven la empatía de aquellos que se enfrenten a la obra de arte.
          Entre Caravaggio y Carracci.

Caravagio y sus epígonos y la academia boloñesa de los Carraci representan la repuesta del esteticismo barroco ante la nueva sociedad del seiscientos. Siguiendo a Gulio Carlo Argan [5], se puede afirmar que el arte de Caravagio y Annibale Carracci muestran tendencias divergentes pero dialécticas que convierten sus lenguajes en complementarios. Coinciden en su oposición al manierismo pero mientras que Caravaggio utiliza el realismo para asumir una ética religiosa que transforme lo bello en moral, oponiéndose a la vez al naturalismo y a la imaginación, los Carracci recuperan la serenidad y el espíritu idealizado del mundo greco-romano para transformar el amor a Dios en virtud y no en pasión exaltada.

El Sacrificio de Isaac. Piasecka-Johnson Collection, Princeton. (1605)
   La academia boloñesa de los Carracci

Los pintores boloñeses pudieron separarse de otros artesanos para formar un gremio o Compagnia independiente a finales del quinientos (1589)[6]. No fue hasta 1590 cuando la Accademia delli Dessiderosi,  de aquellos con deseo de conocimiento, fundada por los tres primos Agostino, Ludovico y Annibale Carraci, consiguió la autorización para establecerse   oficialmente   con   el   nombre   de   Accademia   degli Incaminati, de aquellos que están en la buena vía para alcanzar el conocimiento. Los dos rasgos diferenciales de esta academia eran la ejecución del dibujo tomado del natural y el estudio de la historia y la mitología clásica. El dibujo del natural pretendía eliminar el convencionalismo manierista de escorzos imposibles y encontrar la sinceridad emocional y la claridad expresiva impuesta por la  Iglesia después de Trento [7]. Los personajes sacados del mundo clásico se desenvuelven en una atmósfera en el espacio según el principio de yuxtaposición de masas tonales [8] simplificando la perspectiva lineal y utilizando el paisaje para conseguir una atmósfera de serenidad y veracidad que  evidencian la objetividad del mensaje, esto es, la  clave interpretativa de las reproducciones.
Annibale Carraci es el genio de la Academia, utiliza el dibujo para aprehender la realidad evitando la aspereza del realismo de Caravaggio. Según Pérez Sánchez:
<<… su capacidad de análisis de lo concreto da nacimiento a un género nuevo: la caricatura que es el primero en cultivar con independencia y gracia singulares.>>.

Francesco Maria Curtis: Mercanti Diversi
Agostino Carracci representa el papel del filósofo erudito formado en las academias y círculos literarios cuyos principios se difunden con éxito entre alumnos devotos de la Academia como Guido Reni. Su participación en la reedición del Symbolicae Questiones, consistente en la ilustración de algunos epigramas latinos en los que conviven el texto y la imagen, le convencen del poder de comunicación de la combinación del lenguaje visual y la erudición textual. Fruto de estas enseñanzas finalmente su trabajo se centra en el grabado donde, bajo la influencia del Rafael, despliega su erudición literaria y su crítica al Corregio y al Verones.


Atalanta e Hipómenes. Museo del Prado. Madrid, 1612.
El discípulo aventajado de Agostino, Guido Reni, representa la culminación del programa de la Academia porque logra trasladar al plano moral la pasión controlada y, de este modo, disuelve el dilema entre la realidad de Caravaggio y la idea de los Carracci en una nueva concepción estética: la belleza moral.

2.     La Astronomía en el nacimiento de la Ciencia Moderna.

2.1. La astronomía antigua

La astronomía antigua comprendía saberes que hoy consideramos de índole matemático, físico y mágico. En lo que respecta a los saberes matemáticos, la astronomía estudiaba cuestiones de carácter geométrico como la cartografía del cielo y la medida y predicción de las posiciones de los planetas relativas a la bóveda celeste. Las distintas traducciones latinas de la Sintaxis, más conocida por el Almagesto de Claudio Ptolomeo  (s. II), sirvieron de corpus teórico astronómico durante todo el Medioevo y parte del Renacimiento. Como complemento observacional a dicho texto, desde la antigüedad se editaron tablas astronómicas, cuyo ejemplo más conocido son las Tablas Alfonsinas (s. XIII), donde se podían encontrar los resultados actualizados de los cálculos de las posiciones de los cuerpos celestes. Como dicen Carlos Solís y Manuel Selles[9]:

<<Hay que tener en cuenta que las tablas son la parte útil de la astronomía para el cómputo del tiempo, el calendario y la astrología>>.

La concepción cosmológica antigua, es decir, la descripción del cielo y los astros en cuanto a sus propiedades, relaciones y naturaleza, que describe el conocimiento físico de la astronomía, se encuentra reflejada en dos textos fundamentales: La Física y el De Caelo de Aristóteles, (s. IV a.C.).

Otra de las características más relevantes de este período bibliográfico es la inseparabilidad entre astrología y astronomía. Como dimensión gnoseológica de la astronomía antigua, la astrología debe su existencia a lo que hoy llamamos pensamiento analógico, metafórico o mágico. En el caso de la astrología, esta forma de interpretar el mundo establece relaciones entre los ciclos vitales de la naturaleza y la salida y puesta de los astros.

En el Tetrabiblos de Ptolomeo se recogen los principios de la ciencia astrológica que relacionan el macrocosmos con el microcosmos. Los pronósticos o juicios astrológicos tendrán aplicaciones prácticas en otras disciplinas como la medicina galénica: los astros, constelaciones y sus pronósticos se relacionan con el cuerpo humano, sus humores y sus enfermedades (fig. 2).

Es interesante señalar, no sólo como simple curiosidad  sino como muestra de la evolución de los términos astronomía y astrología, que la obra alfonsí sobre astronomía, cómputo de posiciones, técnicas y teorías sobre los astros realizada en el siglo XIII se denomina Libros del Saber de Astrología y que incluso el propio autor aclara el significado y utilización de los  dos términos: “la astrología fabla de los movimientos de  los cielos e de las estrellas, en la astronomía de las otras de las obras que desta salen por juicios o por otras aneras   muchas”[10].
Como se puede notar, la disputa terminológica finalmente ha venido a alterar la semántica medieval.
Si se tienen en cuenta las características de la astronomía antigua, se puede afirmar que la literatura astronómica medieval hasta el siglo XVII se compone de textos de carácter astrológico, cosmológico y astronómico en los que se describen, disertan y comentan: los distintos métodos geométricos y cinemáticos que se ajustan a la observación de los movimientos de los cuerpos celestes; se ordenan los datos observacionales; se describen las propiedades y relaciones entre los cuerpos celestes y se establecen aplicaciones médicas y pronósticos deducidos mediante las posiciones de los astros.


2.- Digges, T. Pronosticatio, 1576
[Münchener Digitale Blibliothek]
2.2             Entre astronomía y cosmología: el problema de Platón

Para describir el periodo de transición entre la astronomía antigua y moderna es imprescindible exponer el problema fundamental entre la astronomía y la cosmología antigua denominado problema de Platón. El modelo cosmológico de los aristotélicos se basaba en la distinción física entre el mundo sublunar y el mundo supralunar. Para los peripatéticos, el mundo sublunar está sujeto a cambios  y transformaciones en las que las sustancias primeras sometidas a las formas frío, calor, húmedo y seco dan lugar a los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, que poseen cualidades contrarias que les permiten el cambio, la creación y  la corrupción. El movimiento[11] debe entenderse como proceso de  la potencia y el acto. Los principios del movimiento son el acto  de ser en acto, el no ser o privación y el ser en potencia. Por esto el movimiento (kinesis) se entiende como modificación, alteración o cambio[12]. La pesantez es la naturaleza, o una de las cualidades, de la tierra que provoca el movimiento hacia abajo,  la levedad es la naturaleza del aire que se muestra en su tendencia a elevarse. Todo movimiento del mundo sublunar que no sea el arriba y abajo se entiende como violento. En palabras de Alexander Koyrè:

<<… todo movimiento implica un desorden cósmico, una ruptura del equilibrio, ya sea efecto directo de tal ruptura, causada por la aplicación de una fuerza exterior (violencia), o por el contrario, efecto del esfuerzo compensador del ser para recuperar su equilibrio perdido y violado, para llevar las cosas a su lugar natural, conveniente donde podría reposar y descansar. Este retorno al orden es, justamente lo que   constituye   aquello   que   hemos   llamado   movimiento natural
>>[13] (fig. 2).


3.- Física y cosmología aristotélica


Por el contrario, el mundo supralunar no está sometido a cambio o corrupción y sus cuerpos están formados por un quinto elemento o éter dotado de un movimiento circular, uniforme y eterno. Los distintos planetas, la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno se mueven circular y uniformemente en esferas donde el éter llena todo el espacio pues el vacío implicaría una causa cesandus nula que provocaría la existencia de velocidades infinitas y ,además, la acción a distancia no es admitida por los aristotélicos ya que cessante causa cessat effectus.

Por lo tanto, la Tierra se encuentra en el centro del universo debido a la física del mundo sublunar en la que la naturaleza de los cuerpos es su pesantez o gravedad que les conduce al centro. Separado de este mundo del cambio y la corrupción, los planetas, eternos, ligeros e inmudables, giran en torno a la Tierra en esferas de éter elevadas por su levedad con movimientos eternos, circulares y uniformes. En la cosmología cristiana el primer motor es el Creador y un coro de ángeles hace girar el orbe etéreo, cristalino e inmaculado universal (fig.4) y este movimiento es comunicado por contacto a las distintas esferas de los planetas a través del éter que inunda el mundo  supralunar.


4.- Hartmann Schedel. Liber chronicorum. 1493 [Biblioteca digital UCM]

El problema de Platón surge al postular que, visto desde  la Tierra, el movimiento de los planetas debe ser circular y  uniforme debido a que éste es el movimiento que les comunica la bóveda celeste. Pero si esto es así, ¿por qué cuando observamos los planetas parecen tener movimientos no uniformes, erráticos e irregulares respecto a las estrellas? En palabras de Simplicio (s. VI d. C.) “¿Cuáles son los movimientos circulares, uniformes y perfectamente regulares que conviene tomar como hipótesis a fin de salvar las apariencias presentadas por los [movimientos de los] planetas?” [14].

Se sucedieron distintos modelos de astronomía matemática que trataron de encontrar esos movimientos circulares y uniformes  de forma que ajustaran con las observaciones. El sistema propuesto por Claudio Ptolomeo “salvó las apariencias” entre el modelo teórico, ajustado a las condiciones de uniformidad y circularidad, y la observación durante casi 1500 años, a pesar de que entraba en directa y flagrante contradicción con la cosmología aristotélica.
El problema cosmológico del modelo de Ptolomeo consistía en que la descripción del movimiento uniforme de los planetas no  se observaba desde el punto de vista de un observador en la Tierra sino desde un punto geométrico virtual llamado ecuante. Además, el centro físico de pesantez del mundo, la Tierra, no coincidía con el lugar desde donde los movimientos describían trayectorias circulares, uniformes y perfectas. De hecho, en el centro del mundo no había ningún cuerpo (fig. 5).

     5.- Modelo de Claudio Ptolomeo
Aunque los astrónomos eran conscientes de este problema, el modelo de Ptolomeo describía el movimiento no uniforme y errático de los planetas visto desde la Tierra, por eso se dice que la astronomía tolemaica es instrumentalista, ya que constituye  un instrumento de cálculo que bajo ningún concepto coincidía con la realidad física propuesta por Aristóteles que afirmaba el geocentrismo real del universo.


 2.3. El nacimiento de la astronomía moderna.

El inicio de lo que se denomina astronomía moderna se desarrolla principalmente en dos periodos: en el primero, la visión copernicana del mundo construye un nuevo modelo matemático donde encuentra acomodo la cosmología aristotélica con una    nueva astronomía.    
El      siguiente        estadio          en   la consecución de este nuevo modelo del mundo llega gracias a la precisión experimental del astrónomo Tycho Brahe, la genialidad matemática de Johanes Kepler, y las incipientes observaciones telescópicas realizadas por Galileo Galilei, que muestran la naturaleza cambiante y corrupta del mundo supralunar.

De Revolutionibus Orbium Coelestium, publicado en 1543, describe el sistema del mundo en clave heliocéntrica (figura 6). Las siete hipótesis en las que se basa el modelo de Copérnico las podemos resumir como sigue[15]: no existe un solo centro   del
mundo, el centro de la tierra no es el centro del mundo sino el centro de gravedad y de la esfera lunar, todas las esferas celestes giran en torno al Sol, la distancia entre la Tierra y el Sol es infinitesimal comparada con la distancia de la Tierra al firmamento, los movimientos del firmamento están causados por los movimientos de la Tierra (rotación, traslación y precesión), el movimiento retrogrado de los planetas es aparente y se debe a las diferencias de velocidad entre la órbita de la Tierra y la de estos.
Varios son los motivos que empujan a Nicolás Copérnico a proponer un nuevo sistema del mundo: motivos prácticos como la elaboración de un nuevo calendario; motivos filosóficos y estéticos como la influencia del neoplatonismo centrado en una mística apolíneo solar; y razones de carácter técnico como la resolución del denominado problema de Platón mediante la eliminación del punto ecuante. Las fortalezas del modelo de Copérnico son claras: (1)  el movimiento retrógrado planetario es resultado natural del movimiento de la Tierra; (2) el orden de los planetas  natural y gracias a él se puede calcular la distancia relativa de los planetas; (3) la máxima elongación de Venus y Mercurio  es consecuencia natural del modelo (no un postulado ad hoc); como apuntamos más arriba, se elimina el ecuante con un epiciclo doble, con lo que se respeta el principio de un movimiento celeste uniforme y circular y (4) se explican las correlaciones entre oposición y el brillo de los planetas a lo largo del año.

No obstante, el sistema heliocéntrico muestra problemas graves. En lo que respecta a la física, los argumentos de Copérnico, no convencen. La hipótesis de los tres movimientos de la Tierra - rotación, traslación y precesión - era, desde el punto de vista de los peripatéticos, inadmisible y, desde un punto de vista teológico, aun peor: herético. Para la física tradicional y sus seguidores el  movimiento de la Tierra sería tan rápido y violento que nos arrojaría al espacio. Además, la caída libre de los objetos no sería nunca en línea recta y las nubes siempre se dirigirían hacia el mismo lugar. Las respuestas de Copérnico no dejan de ser insatisfactorias: por ejemplo, si la Tierra es una esfera, Copérnico afirma que entonces su movimiento natural debe ser el circular y uniforme. Además aduce que el movimiento de translación de la Tierra parece más justificado que el de los cielos porque en este último caso la velocidad de estos debería ser enorme. Como vemos, los argumentos de Copérnico se desarrollaban en clave de física aristotélica: los movimientos de rotación y translación circular de la Tierra son  naturales  y  no violentos  por la naturaleza planetaria de ésta y, por lo tanto, los cuerpos sobre su superficie acompañan a la Tierra por   razones de contigüidad[16].

También se esgrimen argumentos de tipo práctico que no ayudan a establecer el heliocentrismo: Copérnico había asegurado que su sistema sería mucho más económico en cuanto a las operaciones de cálculo y mucho más preciso. En cuanto a lo primero, debido a que se ve forzado a agregar epiciclos y dobles epiciclos para satisfacer las observaciones, su sistema alcanza casi el nivel de complejidad del modelo de Ptolomeo. Además, Copérnico no consigue, en contra de su afirmación, más precisión en los cálculos con su modelo que con el de su predecesor. Pero, tal vez, el problema mayor es que los astrónomos como Tycho Brahe no observan el movimiento aparente de las estrellas que debería ser más que apreciable con la translación de la Tierra en torno al Sol. Claro que Copérnico se defiende proponiendo un universo increíblemente grade para los cánones de sus contemporáneos.

6.- Thomas  Digges. Pronosticatio. 1576 [Münchener Digitale Blibliothek]

 A pesar de las ventajas teóricas del heliocentrismo como la reducción del número de epiciclos, la desaparición del ecuante y la consideración de un motor físico centrado en el Sol, la propuesta de modelos geocéntricos mixtos, como el de Tycho Brahe, en el que también desaparecía el ecuante y donde los planetas giraban en torno al Sol y éste y la Luna en torno a la Tierra (fig.7) igualaron la solución geométrica de Copérnico, aunque no su simetría, coherencia y belleza matemática, y, al sostener la teoría tradicional de la inmovilidad de la Tierra, consiguieron la aceptación de parte de la comunidad  astronómica de la época y en concreto la adhesión de la Compañía de Jesús, a pesar de ser un sistema de compromiso lleno de condiciones ad hoc y claramente anti aristotélico ya que eliminaba las esferas cristalinas.
7.- Modelo de Thyco Brahe. Tosca, T.V. Astronomia. Valencia, Joseph García (1757)
La controversia astronómica sobre los sistemas del mundo ptolemaico y copernicano quedó apagada hasta el año 1609 cuando se produce la publicación de la Astronomia Nova por Johanes Kepler y las observaciones telescópicas de Galileo Galilei, que finalmente llegan a la imprenta con el título de Sidereus Nuncius en 1610.

En la obra de Kepler se postulan las dos primeras leyes del movimiento de los cuerpos celestes: los planetas se mueven en órbitas elípticas en torno al Sol, que ocupa uno de sus focos, y los planetas en su movimiento orbital barren áreas iguales en tiempos iguales, es decir, los planetas se mueven más rápido cuando su órbita está más cerca del Sol que cuando está más lejos.

Los datos astronómicos sobre el movimiento de Marte obtenido por el meticuloso observador Tycho Brahe ajustaban a la perfección con las nuevas hipótesis keplerianas en contraposición a los resultados de los modelos de Copérnico, del propio Tycho Brahe y de Ptolomeo. En 1627, Johanes Kepler publicó los resultados en unas tablas de gran precisión que se conocen como Tabulae Rudophinae.

Por otro lado, en el Sidereus Nuncius (fig.8), Galileo informa sobre la naturaleza y morfología terrenal de la Luna, anuncia el descubrimiento de los satélites mediceos que giran alrededor de Júpiter, describe la composición estelar de la conocida como Vía Láctea y estudia la morfología extraña de Saturno y las fases de Venus.
8.- Galileo. Sidereus Nuncius. 1609
Teniendo en cuenta estos resultados y tomando en consideración la demostración de la mutabilidad de los cielos tras la aparición de varios cometas y el descubrimiento de una nueva estrella (nova) en 1604, la naturaleza sublunar de los planetas y sobre todo, el argumento más sólido a favor del heliocentrismo: la existencia de cuerpos celestes que se movían en torno a un planeta y no, como defendía el corpus tradicional, alrededor de la Tierra, el cuerpo conceptual cosmológico aristotélico quedó herido de muerte. Durante el siglo XVII se encendieron disputas astronómicas, cosmológicas y teológicas como refleja el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo tolemaico e copernicano (1632) de Galileo, debates que no se apagaron hasta que la obra de Newton, Philosophia Naturalis Principia Matemática (1687), construida sobre la física matemática, experimental, arquimediana o galileana, ahogó definitivamente los argumentos de la física aristotélica y medieval.


2.4. Galileo y los jesuitas

2.4.1.                  La Compañía de Jesús

Como hemos apuntado más arriba, los jesuitas son el motor humano de la Contrarreforma. Fundada en 1534 por Ignacio de Loyola y Diego Laínez, la Compañía de Jesús se pone a disposición del Papa mediante el voto de obediencia aprobado  por Paolo III en Montmatre. La regla impone, además, una organización firmemente jerarquizada que prohíbe la crítica a los superiores y en especial al denominado papa negro o general de la orden. La elección de una elite monacal mediante el ejercicio  del voto y la covigilancia afirma la disciplina, previenen la disidencia y propician el monolitismo doctrinal de la orden.
Los objetivos de la Compañía son la conversión de herejes y paganos, la renovación de la Iglesia y la evangelización de Asia y América. Las acciones que emprenden para la consecución de estos objetivos son la educación de las elites, príncipes y religiosos, la confesión y la creación de misiones.
2.4.2.   Educación y Astronomía: El Ratio Studiorum

La acción educativa de la Compañía de Jesús pretende hacer de cada hombre apóstol de Cristo y el magisterio emprendido por los jesuitas tiene como principal objetivo la colaboración con la acción de Dios como único maestro. La metodología descrita en lo que denominan el Ratio Studiorum [17] sigue los principios didácticos de autoridad y obediencia al maestro, acomodación diferencial de  la
enseñanza a las características de los alumnos e interactividad escolar en la resolución de problemas. Los estudios se dividen en dos ciclos de tres niveles: letras humanas (seis años), filosofía (tres años) y teología escolástica (tres años). La astronomía formaba parte del currículo de filosofía y era impartida a través de la crítica textual en un modelo heredado de la metodología escolástica: lectio, quaestio, disputatio y determinatio, por lo que el papel de los libros en la consecución de dicha metodología fue fundamental. Es importante recordar que los estudios de artes liberales o menores estaban supeditados a los estudios mayores como la medicina, el derecho y por encima de todos la teología. Consecuencia inmediata de esta dinámica del estatuto de realidad es que cualquier conclusión astronómica quedaba pendiente de la resolución teológica que afirmara su grado de veracidad de acuerdo con las Sagradas Escrituras y con la interpretación de los Santos Padres.
En el plano puramente astronómico, la labor de los jesuitas comienza por los trabajos dedicados a la instauración del calendario gregoriano. Desde ese momento, los colegios de la Compañía, en especial el Colegio Romano cuyo astrónomo más destacado del siglo XVI es Clavio, se convierten en los principales centros de estudio e investigación astronómica[18]. Sin duda, es  de importancia excepcional la función difusora de las ideas sobre astronomía que la Compañía de Jesús lleva a cabo a través de su magna y cuidada producción editorial[19]. Los libros astronómicos de los jesuitas participan de la efervescencia editorial que sirve de comunicación  científica  entre  autores   junto con   la correspondencia particular y oficial.

2.4.3.                  Los Jesuítas y Galileo
Siguiendo a Beltrán Mari [20], varios son los escenarios en los que se desarrollan las relaciones entre los jesuitas y Galileo. El primero tiene como protagonista a la Universidad de Padua y el contencioso educativo mantenido frente a la Compañía de Jesús, el segundo coincide con la época del viaje que Galileo realiza a Roma en 1611 para exponer sus descubrimientos, el tercer escenario se centra en las disputas entre Galileo y Scheiner por la primacía del descubrimiento de las manchas solares, el cuarto se debe a la disputa con Grassi sobre la naturaleza de los cometas y el quinto describe la instigación de los jesuitas en el proceso inquisitorial contra Galileo.

Galileo fue profesor de la Universidad de Padua entre 1592 y 1610. Durante estos años, se deterioran las relaciones entre Venecia y Roma por la promulgación de un interdetto anulado por la autoridad civil veneciana. En este ambiente de discordia, la libertad de que goza la Universidad en los territorios de la Señoría es vista aún con más recelo por la Iglesia. Aunque el Gimnasium Patavinum Societatis Jesu de Padua venía enseñando en Padua desde 1554, el ejercicio de los estudios públicos era concesión exclusiva de la Universidad y ésta entraba en clara competencia con los intereses de los jesuitas. A pesar de conseguir impartir estudios elementales y preuniversitarios, las reiteradas reclamaciones de los jesuitas para crear su propia universidad no fructificaron y en 1606, la Orden fue expulsada en el marco del interdetto.
Uno de los objetivos que perseguía Galileo con su viaje a Roma era convencer a los jesuitas del Colegio Romano de los descubrimientos asombrosos que presentó en el Sidereus Nuncius. La recepción de los astrónomos jesuitas, Clavio y sus discípulos Grienberger y Maelcote, y la cena posterior organizada por el mecenas Federico Cresi quedó reflejada en el avviso romano de 16 de abril de 1611. Una semana después se celebró un  homenaje  a  Galileo  en  el  Colegio  Romano  donde  se le presentó como “uno de los astrónomos modernos más afortunados”[21]. Durante aquellos días el Cardenal Bellarmino, opuesto desde las perspectivas teológica y filosófica a la postura copernicana de Galileo, consultó a sus compañeros matemáticos de la orden sobre sus descubrimientos y éstos le confirmaron la veracidad de las observaciones del pisano. Sin duda la  uniformitas et solidias doctrinae publicada por el general de la orden, el padre Aquaviva, era consecuencia de las pesquisas teológicas y filosóficas de Bellarmino y los filósofos jesuitas, pues en el texto se cerraban filas en contra del copernicanismo.

EL Cardenal Barberini. Colección Privada. Florencia.1599
El tercer y cuarto escenario de la disputa entre los jesuitas y Galileo es no sólo de carácter doctrinal sino técnico. El padre Scheiner publicó en Tre epistolae de maculis solaribus su estudio sobre el Sol con el seudónimo de Apelles post tabula latens. En  su exposición informaba de la primacía en el descubrimiento de las manchas solares que a su juicio consistían en agrupaciones de estrellas que giraban alrededor del Sol.
Parece que de esta forma salvaba la tradición aristotélica que consideraba al Sol como cuerpo inmaculado. En 1613, Galileo afirmaba públicamente su primacía en el estudio de las manchas solares con su libro Istoria e dimostrazioni intorno alle machchie Solari e loro accidenti. En sus páginas argumentaba, basándose en la perspectiva, sobre la posición superficial de las manchas y discutía abiertamente la tesis de Scheiner. A pesar de que Grienberger, uno de los astrónomos jesuitas más próximo a las tesis de Galileo, simpatizaba con la propuesta del pisano, el principio de obediencia a la teoría aristotélica dictado por el general de la orden enfrentó de forma clara a la Compañía contra Galileo e intensifico la animadversión de los detractores de éste.
En el mismo marco hay que entender la disputa sobre la naturaleza de los cometas que enredó a Galileo con el jesuita Orazio Grassi. Éste, siguiendo la tesis de Tycho Brahe, consideraba que los cometas se movían en el firmamento entorno al Sol. En este caso, la postura de Galileo sobre la naturaleza atmosférica de los cometas se aproximaba a la defendida por los aristotélicos.
Todos estos desencuentros con los jesuitas y  la consideración  del copernicanismo de Galileo como herético, culminaron con la instigación de los jesuitas contra el pisano. Beltrán Mari pone en duda el carácter monolítico de los jesuitas en cuestiones de filosofía natural[22] y afirma la responsabilidad de éstos en la condena a Galileo. Las disputas con Scheiner continuaron tras  la publicación en 1630 de Rosa Ursina y la lectura del  Diálogo (1632) facilitó la acusación de los jesuitas y de los enemigos de Galileo ante la Inquisición pues defendía abiertamente el realismo del sistema copernicano.



2.5. El papel de la representación artística en las disputas con los jesuitas.

Los frontispicios de los textos astronómicos de la época presentan abiertamente el debate sobre los sistemas del mundo y las posiciones encontradas entre los jesuitas y Galileo.
En su Opera Mathematica, Clavio presenta el sistema ptolemaico y los argumentos teológicos que la sostienen (fig 9).

La imagen de la viñeta izquierda sigue el Libro de los Reyes 20:8-11 donde “El Sol revierte su camino…” y en la viñeta derecha la inspiración se encuentra en Joshua: 10:12 “El Sol permaneció quieto…”.


9.- Opera Mathematica. Clavio.1612 [Biblioteca digital UCM]
También encontramos este tipo de mensajes en el frontispicio de la Rosa Ursina de Scheiner (fig 10): en la representación de la autoritas sacra donde se enfrentan la autoridad sagrada  y  la divina inspiración (arriba a la izquierda). El frontispicio del libro dedicado a Paolo Orsini muestra en su centro al Sol maculado moviéndose en el zodiaco. Es evidente la inspiración que encuentra  el  autor  en  la  Divina  Comedia  de  Dante  quien    nos propone como motor del mundo “L’amor che muove il sole e  l’altre stelle”.

10.- Rosa Ursina. Scheiner. 1630[Biblioteca digital UCM]
Sin duda la máxima jesuita de “Dios está en los detalles” inspira la fineza y cuidado de los grabados [23].
La disputa llevada al marco artístico encuentra contestación en el frontispicio del Diálogo (fig. 11). En él se encuentra a un Ptolomeo ciego acompañado por el anciano y desvalido Aristóteles charla con un Copérnico cuya cara es claramente la de Galileo.
11.- Diálogo. Galileo. 1632 [Biblioteca digital Universidad Complutense de Madrid]

En esta dialéctica artística que representan los frontispicios de la bibliografía astronómica del siglo XVII es donde se enmarca la interpretación del frontispicio que Francesco Curti elabora en  1650 para la obra de Riccioli Almagestum Novum.


3.     El frontispicio del Almagestum Novum de Giovanni Battista Riccioli.

Giovanni Battista Riccioli nace en Ferrara en el año 1598 y desarrolla la mayor parte de su vida en Bolonia donde muere en 1667. Entra en el colegio de los jesuitas de esa ciudad a los 16 años (1614) y estudia en su universidad donde probablemente se doctora en teología. Más allá de los datos puramente biográficos, lo cierto es que Riccioli es un astrónomo jesuita que sigue fielmente la corriente doctrinal de la orden. En su currículo como astrónomo se le atribuyen diversos éxitos entre los que destacan: la nomenclatura topográfica de los accidentes lunares y catálogos de estrellas (junto a Grimaldi), la observación de la estrella doble de la Osa Mayor (Mizar y Alcor), la identificación del color en las bandas de Júpiter, la resolución del problema de Riccioli para medir la latitud sin necesidad de medir ángulos, etc.
En las 764 páginas del libro desgrana todos los temas de la astronomía y cosmología de la época. Presenta los argumentos de los astrónomos más importantes, entre ellos Kepler, Thyco y Galileo, contraponiéndolos a la doctrina de la astronomía jesuita y, en concreto, a la defensa del sistema del mundo de Riccioli, que es de tipo mixto a la manera de Thyco Brahe (fig .12)
12.- Almagestum Novum. Riccioli.1650 [Biblioteca digital UCM]

En cuanto a la factura del frontispicio su autoría corresponde a Franceco Curtius que trabaja en los talleres de grabado boloñés   de la época. La firma artística, sin duda, pertenece a la escuela de los Carracci: el juicio con personajes de la mitología clásica, su  leve perspectiva central, la masa yuxtapuesta de los personajes que llenan el espacio expositivo, el dibujo preciso y el paisaje (fig. 13).
13.- Almagestum Novum. Riccioli.1650 [Biblioteca digital UCM]
 El autor, guiado por el astrónomo jesuita, consigue sublimar la visión geocéntrica que defiende la Compañía de Jesús contra la propuesta heliocéntrica. La sensibilidad y gracia del grabador, propia de la escuela boloñesa, oculta la dura condena que presenta contra el copernicanismo. Las palabras de Evangelista Torricelli al contemplar en 1647 la preparación del frontispicio no dejan lugar a dudas:
<<…legga l’incluso frontispicio e poi abandoni affatto l’astronomia.>>[23]
El simbolismo y mensaje que muestra tanto la composición del grabado como los personajes y sus acciones afirma las verdades de la astronomía defendidas por los jesuitas.
La línea visual de los personajes mitológicos, Astrea y Argus Panoptes, sirve de separación entre el mundo sublunar y el supralunar de la cosmología clásica (fig. 14). Encima se sitúan los planetas, en disposición del sistema riccioliano, con un dibujo detallado de sus respectivas peculiaridades y accidentes desvelados por el telescopio, del que los jesuitas eran importantes usuarios y valedores. El juicio divino queda enmarcado en un triángulo místico central cuyo vértice superior aloja la mano del Creador y cuyos vértices inferiores se extienden a lo largo del fiel de la balanza entre los dioses mitológicos.
En la zona sublunar, la tierra se muestra en su frondosa belleza. Bajo este idílico y clásico entorno es donde descansa un agotado Ptolomeo junto a su desestimada teoría. Atento al juicio cosmológico, observa jubiloso el veredicto divino.
Fig. 14 Interpretación del Frontispicio de el Almagestum Novum
Sin duda, los epígonos de Agostino Carracci, entre los que se encuentra Curtius, continúan la estela del maestro, y esta fidelidad se hace palpable en los mensajes textuales que precisan  de forma incisiva casi inquisitorial el mensaje representativo que aporta la imagen.
Astrea, diosa sapiente de la astronomía teórica y  cosmológica, cuyo retorno al mundo es representativo de la era de oro perdida donde la verdad prevalecía, toma la balanza en sus manos y certifica la derrota del sistema copernicano.

De sus labios se escucha la sentencia “Asentaste la Tierra sobre tus cimientos que permanecerá inconmovible por siempre”[24] . Por si esto no fuera suficiente, el argumento teológico admite la afirmación clásica ante la modernidad. En el fiel de la balanza gravita la voz de Ovidio:
<<Nec circumfuso pendebat in aëre tellus ponderibus librata suis>>[25]
Es decir, “[la Tierra] flotaba en el aire circundante equilibrada por su propio peso.” Como era entonces conocido, este texto era citado con frecuencia contra los copernicanos.

A la izquierda de la representación, el que todo lo ve, Angus Panoptes, con todos los ojos abiertos como símbolo de las estrellas y la ubicuidad de Dios, el que todo lo ve, sostiene el instrumento que ha cambiado la forma de observar el mundo. Su cabeza se alza  hacia el firmamento y encuentra la sentencia divina de la mano  del Creador: << Número, mensura, pondus>>, Número, medida y peso.
La sentencia que anuncia Riccioli  mediante el frontispicio diseñado magistralmente por Curtis dice lo siguiente:

<<… Lo que pide el Rey es un misterio que ni los sabios ni astrólogos, ni magos ni adivinos son capaces de descubrir al rey >>[26]  Daniel 2:25-30

<<Por eso ha mandado Él esa mano que ha trazado esa escritura. La escritura es: mené, mené, teqel ufarsin. Y esta es la interpretación: mené, ha contado Dios tu reino y le ha puesto fin; teqel, has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso ; ufarsin, ha sido roto tu reino y dado a medos y persas>> Daniel 5 :24-29

Ahora se entiende el espanto de Torricelli ante este frontispicio Almagestum Novum. El cruel mensaje de Riccioli, presentado gracias al mejor artificio de la más pura retórica barroca, sentencia a muerte al copernicanismo y  a sus seguidores, proclama la verdad divina: el triunfo de la teología y la Iglesia sobre la nueva ciencia.

Bibliografía

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Juan Campos Quemada
                   Madrid, Año Internacional de la Astronomía 2009




[1] DOMINGUEZ ORTIZ, Antonio. Historia Universal: Edad Moderna.VolII, Madrid, 1997, p. 246- 258
[2] BENNASSAR, M.B, et al. Historia Moderna, Madrid, 1998. p 542-546 
[3] BENNASSAR, M.B, et al. Historia Moderna, Madrid, 1998. p. 422
[4] ARGAN, G.C. Renacimiento y Barroco, Vol II. Madrid, Akal, 1999.p 261-375.
[5] Ibdem. p. 264-304.
[6] ANDERSON, Jayne. Speculations on the Carraci Academy in Bologna, Oxford Art Journal, [2]:3(1979;Oct.)p15 
[7] PÉREZ SÁNCHEZ, Alonso E. Annibale Carracci. El Arte y sus creadores. Vol 23. Madrid, Historia 16, 1993, p. 6
[8] ARGAN, G.C. Renacimiento y Barroco, Vol II. Madrid, Akal, 1999.p 265
[9] SELLÉS GARCÍA, Manuel y SOLIS SANTOS, Carlos. Revolución científica. Madrid: Síntesis, 1994, p. 241 
[10] Apud. MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo. La España del siglo XIII: leída en imágenes. Madrid: Real Academia de la Historia, 1986, p, 165. 
[11] TATON, R. et al. Historia General de las Civilizaciones: la ciencia antigua y medieval. Vol I Madrid. Destino. 1985 p. 292-297
[12] Idem. p.294 Secundum quid: mezcla= corrupción y generación; secundum quantum: catidad= dilatación contracción; secundum quale: alteración de la cualidad; secundum ubi: traslación.
[13] KOYRÉ, Alexander. Estudios Galileanos, Madrid, Siglo XXI, 1966 p 9
[14] RIOJA, Ana y ORDOÑEZ, Javier. Teorías del universo: vol. 1. Madrid: Síntesis, 2004, pp. 3738. 
[15]ROSSI, Paolo. El nacimiento de la ciencia moderna en Europa, Madrid, Crítica. 2000, p. 68
[16] RIOJA, Ana y ORDOÑEZ, Javier. Teorías del universo: vol. 1. Madrid: Síntesis, 2004, p. 138.
[17] CAPITÁN DÍAZ, Alfonso. Historia de la Educación en España, vol. 1. Madrid: Dykinson, 1991, p. 349-363. 
[18] LÓPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio. Breve historia de la ciencia española. Madrid: Alianza Editorial, 2003, p. 111-122.
[19] BLAZQUEZ BOOTH, Mariana. Aproximación Bibliográfica a la Astronomía del siglo XVII: el patrimonio español.[Tesina UCM], Madrid, 2009
[20] BELTRÁN MARI, Antonio. Talento y Poder: Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia Católica,  Madrid, Laetoli, 2006. 
[21] Apud. BELTRÁN MARI, Antonio. Talento y Poder: Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia Católica,  Madrid, Laetoli, 2006, p 138
[22] BELTRÁN MARI, Antonio. Talento y Poder: Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia Católica,  Madrid, Laetoli, 2006, p 489
[23] Apud. REMMERT, Volker R. In the sign of Galileo: pictorial representation in the 17th- century Copernican debate. p 29 
[24] Colunga A. y Nacar, E. Sagrada Biblia. Salmo 104,5
[25] OVIDIO.  Metamorfosis, Madrid, Alianza, 1986 p 3
[26] Colunga A. y Nacar, E. Sagrada Biblia.