Una representación visual de la disputa entre Galileo y los jesuitas.
1.
Introducción
1.1. Marco histórico: Europa y los estados italianos en
la primera mitad del siglo XVII
Para la justa interpretación y
comprensión de las fuentes de la historia es necesario establecer unas
coordenadas económicas, políticas, sociales y culturales que nos ayuden a
descifrar las formas de ver el mundo veladas por el paso del tiempo y el
devenir histórico.
Es especialmente difícil establecer
con claridad las causas de la crisis económica y social que devasta Europa
durante el siglo XVII [1]. Una
densa red tejida por elementos políticos, demográficos y sociales impide
encontrar un cabo suelto para desenredar unívocamente la madeja de los
acontecimientos históricos. Una muestra palpable de lo antedicho lo representa
el estudio sobre
el origen de la fuerte crisis
demográfica sufrida en todo el Continente: las causas se enredan en
argumentaciones circulares que culpan de esta catástrofe a las guerras, a la climatología adversa, a las
hambrunas y a la peste bubónica. Lo
cierto es que la economía entra en una profunda crisis de la mano de la caída
demográfica, los bajos rendimientos de la agricultura y ganadería – tal vez
provocados por la concentración de la propiedad, el estancamiento de la técnica
y los bajos precios que desaniman la producción- y la presión impositiva de los estados que
requieren altas sumas para costear la
guerra, la dotación de la administración centralizada y los gastos del
absolutismo naciente. Esta situación de crisis desencadena revueltas y en el
caos se produce una involución al feudalismo en la propiedad de la tierra, la
venta de títulos nobiliarios, el desprecio por las labores comerciales e
industriales. El individuo que sufre tales adversidades, azotado por los cuatro
jinetes del Apocalipsis, encuentra consuelo en la religión y disipa su rencor y
angustia buscando a los responsables de tanto sufrimiento en las conocidas cazas
de brujas. El escenario político muestra la lenta pero firme decadencia
del dominio español y el nacimiento y
consolidación de Francia como potencia hegemónica. La Guerra de los Treinta
años (1618-1648) (fig1.) dirime las diferencias entre los reinos de los
Habsburgo y Francia en un contexto diplomático complejo en el que las disputas
religiosas entre protestantes y católicos, y sus propias diferencias internas,
dotan de profunda confusión e inestabilidad a la política de alianzas.
En este marco político, los distintos
estados italianos mantienen un equilibrio inestable entre las potencias
dominantes [2].
España despliega su presencia en Italia
en forma de pinza entre el Milanesado y las regiones meridionales de Nápoles y
Sicilia. La situación social y económica de estos estados encuentra reflejo en
toda Europa: caída demográfica en Milán, revueltas en Nápoles y Mesina contra
las subidas impositivas impuestas por la Metrópoli, etc.
La influencia española se deja sentir
con intensidad en la república aristocrática de Lucca, en Génova y en la
Toscana debido a la necesidad que tienen los Habsburgo de crear un corredor
logístico y de seguridad entre España, el Milanesado y Centro Europa.
Los franceses utilizan su poder y
alianza con el ducado de Saboya, Parma, Plasencia, Módena-Reggio y Mantua
Monferrat para estorbar la política española y afirmar su posición estratégica
frente a los Estados Pontificios y a la República de Venecia que mantienen la
independencia respecto de la tutela española.
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Fig. 1 Guerra de los treinta años |
1.2. Marco histórico: Europa y los estados italianos en
la primera mitad del siglo XVII
Durante todo el siglo XVII, la
política de los Habsburgo está influida por la Iglesia Católica y de forma
especial por los jesuitas. Para comprender la situación de la Iglesia durante
este siglo se debe tener presente las consecuencias religiosas del Concilio de
Trento y la evolución de la Contrarreforma.
Las conclusiones de los dieciséis años
de disputas y deliberaciones del
Concilio de Trento (1545-1563) se pueden resumir en cuatro: las Sagradas
Escrituras y la tradición como fuente de fe, la autoridad indiscutible de la
iglesia para interpretar la Biblia, la superioridad del Papa sobre la Asamblea
Conciliar y el acto de fe en la
transustanciación de Jesús en la eucaristía. Encontramos durante el siglo XVII
el fortalecimiento del catolicismo en la aparición de un espiritualismo de
corte místico y en el nacimiento del humanismo cristiano que se consolida y
expande con la fundación de la Compañía de Jesús. No se puede olvidar el papel
“higiénico” que juega la Inquisición durante todo el siglo XVII vigilando,
enjuiciando y condenando a herejes y manteniendo limpia la doctrina mediante el
expurgo de libros y conciencias.
En contraposición, el protestantismo y
el calvinismo se debilitan debido a luchas internas de tipo doctrinal y
pastoral, que añadidas a las condiciones políticas adversas, favorecen el
avance del catolicismo tridentino.
1.3. El Marco Cultural
1.3.1. La pintura barroca
No parece aventurado afirmar que el
arte barroco nace en Roma a comienzos del seiscientos. Su éxito está ligado a
la historia de la Iglesia contrarreformista[3] que utiliza especialmente la pintura como vehículo
doctrinal facilitando la comunicación directa con los fieles. El
absolutismo monárquico por
derecho divino se
sirve del lenguaje artístico del barroco para afianzar y
sublimar los valores del poder temporal en la divinidad. Para entender el
impacto emocional de la pintura barroca sobre el pueblo no se debe olvidar que
la sociedad barroca vive angustiada por la guerra, el hambre y la inseguridad.
El lenguaje didáctico que emplean los
pintores barrocos pretende asombrar, infundir respeto, invitar a la reflexión y
mostrar ejemplos de virtud y santidad[4]. Las
claves que identifican dicho lenguaje son: presentar lo sobrenatural como algo
cotidiano y utilizar el movimiento de las figuras para construir un
escenario dramático vivo en el que los
contrastes de color, el clarosocuro y la perspectiva motiven la empatía de
aquellos que se enfrenten a la obra de arte.
Entre Caravaggio
y Carracci.
Caravagio y sus epígonos y la academia boloñesa de los Carraci representan la repuesta del esteticismo barroco ante la nueva sociedad del seiscientos. Siguiendo a Gulio Carlo Argan [5], se puede afirmar que el arte de Caravagio y Annibale Carracci muestran tendencias divergentes pero dialécticas que convierten sus lenguajes en complementarios. Coinciden en su oposición al manierismo pero mientras que Caravaggio utiliza el realismo para asumir una ética religiosa que transforme lo bello en moral, oponiéndose a la vez al naturalismo y a la imaginación, los Carracci recuperan la serenidad y el espíritu idealizado del mundo greco-romano para transformar el amor a Dios en virtud y no en pasión exaltada.
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El Sacrificio de Isaac. Piasecka-Johnson Collection, Princeton. (1605)
|
Los pintores boloñeses pudieron
separarse de otros artesanos para formar un gremio o Compagnia independiente a finales del quinientos (1589)[6]. No fue
hasta 1590 cuando la Accademia delli
Dessiderosi, de aquellos con deseo
de conocimiento, fundada por los tres primos Agostino, Ludovico y Annibale
Carraci, consiguió la autorización para establecerse oficialmente con
el nombre de Accademia
degli Incaminati, de aquellos que
están en la buena vía para alcanzar el conocimiento. Los dos rasgos
diferenciales de esta academia eran la ejecución del dibujo tomado del natural
y el estudio de la historia y la mitología clásica. El dibujo del natural
pretendía eliminar el convencionalismo manierista de escorzos imposibles y
encontrar la sinceridad emocional y la claridad expresiva impuesta por la Iglesia después
de Trento [7]. Los
personajes sacados del mundo clásico se desenvuelven en una atmósfera en el
espacio según el principio de yuxtaposición de masas tonales [8] simplificando la perspectiva lineal y utilizando
el paisaje para conseguir una atmósfera de serenidad y veracidad que evidencian la objetividad del mensaje, esto
es, la clave interpretativa de las reproducciones.
Annibale Carraci es el genio de la
Academia, utiliza el dibujo para aprehender la realidad evitando la aspereza
del realismo de Caravaggio. Según Pérez Sánchez:
<<… su capacidad de análisis de
lo concreto da nacimiento a un género nuevo: la caricatura que es el primero en
cultivar con independencia y gracia singulares.>>.
Agostino Carracci representa el papel
del filósofo erudito formado en las academias y círculos literarios cuyos
principios se difunden con éxito entre alumnos devotos de la Academia como
Guido Reni. Su participación en la reedición del Symbolicae Questiones, consistente en la ilustración de algunos
epigramas latinos en los que conviven el texto y la imagen, le convencen del
poder de comunicación de la combinación del lenguaje visual y la erudición
textual. Fruto de estas enseñanzas finalmente su trabajo se centra en el
grabado donde, bajo la influencia del Rafael, despliega su erudición literaria
y su crítica al Corregio y al Verones.
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Francesco Maria Curtis: Mercanti Diversi |
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Atalanta e Hipómenes. Museo del Prado. Madrid, 1612. |
2. La Astronomía en el nacimiento de la Ciencia Moderna.
2.1. La astronomía antigua
La astronomía antigua comprendía saberes que hoy consideramos de índole
matemático, físico y mágico. En lo que respecta a los saberes matemáticos, la
astronomía estudiaba cuestiones de carácter geométrico como la cartografía del
cielo y la medida y predicción de las posiciones de los planetas relativas a la
bóveda celeste. Las distintas traducciones latinas de la Sintaxis, más conocida por el Almagesto
de Claudio Ptolomeo (s. II),
sirvieron de corpus teórico astronómico durante todo el Medioevo y parte del
Renacimiento. Como complemento observacional a dicho texto, desde la antigüedad
se editaron tablas astronómicas, cuyo ejemplo más conocido son las Tablas Alfonsinas (s. XIII), donde se
podían encontrar los resultados actualizados de los cálculos de las posiciones
de los cuerpos celestes. Como dicen Carlos Solís y Manuel Selles[9]:
<<Hay que tener en cuenta
que las tablas son la parte útil de la astronomía para el cómputo del tiempo,
el calendario y la astrología>>.
La concepción cosmológica antigua, es
decir, la descripción del cielo y los astros en cuanto a sus propiedades,
relaciones y naturaleza, que describe el conocimiento físico de la astronomía,
se encuentra reflejada en dos textos fundamentales: La Física y el De Caelo de
Aristóteles, (s. IV a.C.).
Otra de las características más
relevantes de este período bibliográfico es la inseparabilidad entre astrología
y astronomía. Como dimensión gnoseológica de la astronomía antigua, la
astrología debe su existencia a lo que hoy llamamos pensamiento analógico,
metafórico o mágico. En el caso de la astrología, esta forma de interpretar el
mundo establece relaciones entre los ciclos vitales de la naturaleza y la
salida y puesta de los astros.
En el Tetrabiblos de Ptolomeo se recogen los principios de la ciencia
astrológica que relacionan el macrocosmos con el microcosmos. Los pronósticos o
juicios astrológicos tendrán aplicaciones prácticas en otras disciplinas como
la medicina galénica: los astros, constelaciones y sus pronósticos se
relacionan con el cuerpo humano, sus humores y sus enfermedades (fig. 2).
Es interesante señalar, no sólo como simple curiosidad sino como muestra de la evolución de los
términos astronomía y astrología, que la obra alfonsí sobre astronomía, cómputo
de posiciones, técnicas y teorías sobre los astros realizada en el siglo XIII
se denomina Libros del Saber de
Astrología y que incluso el propio autor aclara el significado y
utilización de los dos términos: “la
astrología fabla de los movimientos de
los cielos e de las estrellas, en la astronomía de las otras de las
obras que desta salen por juicios o por otras aneras muchas”[10].
Como se
puede notar, la disputa terminológica finalmente ha venido a alterar la
semántica medieval.
Si se tienen en cuenta las
características de la astronomía antigua, se puede afirmar que la literatura
astronómica medieval hasta el siglo XVII se compone de textos de carácter
astrológico, cosmológico y astronómico en los que se describen, disertan y
comentan: los distintos métodos geométricos y cinemáticos que se ajustan a la
observación de los movimientos de los cuerpos celestes; se ordenan los datos
observacionales; se describen las propiedades y relaciones entre los cuerpos
celestes y se establecen aplicaciones médicas y pronósticos deducidos mediante
las posiciones de los astros.
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2.- Digges, T. Pronosticatio, 1576 [Münchener Digitale Blibliothek] |
Para describir el periodo de
transición entre la astronomía antigua y moderna es imprescindible exponer el
problema fundamental entre la astronomía y la cosmología antigua denominado
problema de Platón. El modelo cosmológico de los aristotélicos se basaba en la
distinción física entre el mundo sublunar y el mundo supralunar. Para los peripatéticos, el mundo sublunar está
sujeto a cambios y transformaciones en
las que las sustancias primeras sometidas a las formas frío, calor, húmedo y
seco dan lugar a los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, que poseen
cualidades contrarias que les permiten el cambio, la creación y la corrupción. El movimiento[11] debe entenderse como proceso de la
potencia y el acto. Los principios del movimiento son el acto de ser en acto, el no ser o privación y el
ser en potencia. Por esto el movimiento (kinesis)
se entiende como modificación, alteración o cambio[12]. La
pesantez es la naturaleza, o una de las cualidades, de la tierra que provoca el
movimiento hacia abajo, la levedad es la
naturaleza del aire que se muestra en su tendencia a elevarse. Todo movimiento
del mundo sublunar que no sea el arriba y abajo se entiende como violento. En
palabras de Alexander Koyrè:
<<… todo movimiento implica un desorden cósmico, una ruptura del
equilibrio, ya sea efecto directo de tal ruptura, causada por la aplicación de
una fuerza exterior (violencia), o por el contrario, efecto del esfuerzo
compensador del ser para recuperar su equilibrio perdido y violado, para llevar
las cosas a su lugar natural, conveniente donde podría reposar y descansar.
Este retorno al orden es, justamente lo que
constituye aquello que
hemos llamado movimiento natural
>>[13]
(fig. 2).
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3.- Física y cosmología aristotélica |
Por el contrario, el mundo supralunar
no está sometido a cambio o corrupción y sus cuerpos están formados por un
quinto elemento o éter dotado de un movimiento circular, uniforme y eterno. Los
distintos planetas, la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno
se mueven circular y uniformemente en esferas donde el éter llena todo el espacio
pues el vacío implicaría una causa
cesandus nula que provocaría la existencia de velocidades infinitas y
,además, la acción a distancia no es admitida por los aristotélicos ya que cessante causa cessat effectus.
Por lo tanto, la Tierra se encuentra
en el centro del universo debido a la física del mundo sublunar en la que la
naturaleza de los cuerpos es su pesantez o gravedad que les conduce al centro.
Separado de este mundo del cambio y la corrupción, los planetas, eternos,
ligeros e inmudables, giran en torno a la Tierra en esferas de éter elevadas
por su levedad con movimientos eternos, circulares y uniformes. En la
cosmología cristiana el primer motor es el Creador y un coro de ángeles hace
girar el orbe etéreo, cristalino e inmaculado universal (fig.4) y este
movimiento es comunicado por contacto a las distintas esferas de los planetas a
través del éter que inunda el mundo
supralunar.
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4.- Hartmann Schedel. Liber chronicorum. 1493 [Biblioteca digital UCM] |
El problema de Platón surge al postular que, visto desde la Tierra, el movimiento de los planetas debe ser circular y uniforme debido a que éste es el movimiento que les comunica la bóveda celeste. Pero si esto es así, ¿por qué cuando observamos los planetas parecen tener movimientos no uniformes, erráticos e irregulares respecto a las estrellas? En palabras de Simplicio (s. VI d. C.) “¿Cuáles son los movimientos circulares, uniformes y perfectamente regulares que conviene tomar como hipótesis a fin de salvar las apariencias presentadas por los [movimientos de los] planetas?” [14]. |
Se sucedieron distintos modelos de
astronomía matemática que trataron de encontrar esos movimientos circulares y
uniformes de forma que ajustaran con las
observaciones. El sistema propuesto por Claudio Ptolomeo “salvó las
apariencias” entre el modelo teórico, ajustado a las condiciones de uniformidad
y circularidad, y la observación durante casi 1500 años, a pesar de que entraba
en directa y flagrante contradicción con la cosmología aristotélica.
El problema cosmológico del modelo de
Ptolomeo consistía en que la descripción del movimiento uniforme de los
planetas no se observaba desde el punto
de vista de un observador en la Tierra sino desde un punto geométrico virtual
llamado ecuante. Además, el centro físico de pesantez del mundo, la Tierra, no
coincidía con el lugar desde donde los movimientos describían trayectorias
circulares, uniformes y perfectas. De hecho, en el centro del mundo no había
ningún cuerpo (fig. 5).
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5.- Modelo de Claudio Ptolomeo |
Aunque los astrónomos eran
conscientes de este problema, el modelo de Ptolomeo describía el movimiento no
uniforme y errático de los planetas visto desde la Tierra, por eso se dice que
la astronomía tolemaica es instrumentalista, ya que constituye un instrumento de cálculo que bajo ningún
concepto coincidía con la realidad física propuesta por Aristóteles que
afirmaba el geocentrismo real del universo.
2.3. El nacimiento de la astronomía moderna.
El inicio de lo que se denomina astronomía moderna
se desarrolla principalmente en dos periodos: en el primero, la visión
copernicana del mundo construye un nuevo modelo matemático donde encuentra
acomodo la cosmología aristotélica con una nueva
astronomía.
El siguiente estadio en la consecución de este nuevo modelo del mundo
llega gracias a la precisión experimental del astrónomo Tycho Brahe, la
genialidad matemática de Johanes Kepler, y las incipientes observaciones
telescópicas realizadas por Galileo Galilei, que muestran la naturaleza
cambiante y corrupta del mundo supralunar.
De Revolutionibus Orbium Coelestium,
publicado en 1543, describe el
sistema del mundo en clave heliocéntrica (figura 6). Las siete hipótesis en las
que se basa el modelo de Copérnico las podemos resumir como sigue[15]: no
existe un solo centro del
mundo, el centro de la tierra no es el centro del
mundo sino el centro de gravedad y de la esfera lunar, todas las esferas
celestes giran en torno al Sol, la distancia entre la Tierra y el Sol es
infinitesimal comparada con la distancia de la Tierra al firmamento, los
movimientos del firmamento están causados por los movimientos de la Tierra
(rotación, traslación y precesión), el movimiento retrogrado de los planetas es
aparente y se debe a las diferencias de velocidad entre la órbita de la Tierra
y la de estos.
Varios son los motivos que empujan a
Nicolás Copérnico a proponer un nuevo sistema del mundo: motivos prácticos como
la elaboración de un nuevo calendario; motivos filosóficos y estéticos como la
influencia del neoplatonismo centrado en una mística apolíneo solar; y razones
de carácter técnico como la resolución del denominado problema de Platón mediante la eliminación del punto
ecuante. Las fortalezas del modelo de Copérnico son claras: (1) el
movimiento retrógrado planetario es resultado natural del movimiento de la Tierra; (2)
el orden de los planetas natural y
gracias a él se puede calcular la distancia relativa de los planetas; (3) la
máxima elongación de Venus y Mercurio es
consecuencia natural del modelo (no un postulado ad hoc); como apuntamos más
arriba, se elimina el ecuante con un epiciclo doble, con lo que se respeta el
principio de un movimiento celeste uniforme y circular y (4) se explican las correlaciones
entre oposición y el brillo de los planetas a lo largo del año.
No obstante, el
sistema heliocéntrico muestra problemas graves. En lo que respecta a la física,
los argumentos de Copérnico, no convencen. La hipótesis de los tres movimientos
de la Tierra - rotación, traslación y precesión - era, desde el punto de vista
de los peripatéticos, inadmisible y, desde un punto de vista teológico, aun
peor: herético. Para la física tradicional y sus seguidores el movimiento de la Tierra sería tan rápido y violento
que nos arrojaría al espacio. Además, la caída libre de los objetos no sería
nunca en línea recta y las nubes siempre se dirigirían hacia el mismo lugar. Las respuestas de Copérnico no
dejan de ser insatisfactorias: por ejemplo, si la Tierra es una esfera,
Copérnico afirma que entonces su movimiento natural debe ser el circular y
uniforme. Además aduce que el movimiento de translación de la Tierra parece más
justificado que el de los cielos porque en este último caso la velocidad de
estos debería ser enorme. Como vemos, los argumentos de Copérnico se
desarrollaban en clave de física aristotélica: los movimientos de rotación y
translación circular de la Tierra son
naturales y no violentos
por la naturaleza planetaria de ésta y, por lo tanto, los cuerpos
sobre su superficie acompañan a la Tierra por
razones de contigüidad[16].
También se
esgrimen argumentos de tipo práctico que no ayudan a establecer el
heliocentrismo: Copérnico había asegurado que su sistema sería mucho más
económico en cuanto a las operaciones de cálculo y mucho más preciso. En cuanto
a lo primero, debido a que se ve forzado a agregar epiciclos y dobles epiciclos
para satisfacer las observaciones, su sistema alcanza casi el nivel de
complejidad del modelo de Ptolomeo. Además, Copérnico no consigue, en contra de
su afirmación, más precisión en los cálculos con su modelo que con el de su
predecesor. Pero, tal vez, el problema mayor es que los astrónomos como Tycho
Brahe no observan el movimiento aparente de las estrellas que debería ser más
que apreciable con la translación de la Tierra en torno al Sol. Claro que
Copérnico se defiende proponiendo un universo increíblemente grade para los
cánones de sus contemporáneos.
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6.- Thomas Digges. Pronosticatio. 1576 [Münchener Digitale Blibliothek] |
A pesar de las ventajas teóricas del
heliocentrismo como la reducción del número de epiciclos, la desaparición del
ecuante y la consideración de un motor físico centrado en el Sol, la propuesta
de modelos geocéntricos mixtos, como el de Tycho Brahe, en el que también
desaparecía el ecuante y donde los planetas giraban en torno al Sol y éste y la
Luna en torno a la Tierra (fig.7) igualaron la solución geométrica de
Copérnico, aunque no su simetría, coherencia y belleza matemática, y, al
sostener la teoría tradicional de la inmovilidad de la Tierra, consiguieron la
aceptación de parte de la comunidad
astronómica de la época y en concreto la adhesión de la Compañía de
Jesús, a pesar de ser un sistema de compromiso lleno de condiciones ad hoc y claramente anti aristotélico ya
que eliminaba las esferas cristalinas.
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7.- Modelo de Thyco Brahe. Tosca, T.V. Astronomia. Valencia, Joseph García (1757) |
La controversia astronómica sobre los
sistemas del mundo ptolemaico y copernicano quedó apagada hasta el año 1609
cuando se produce la publicación de la Astronomia
Nova por Johanes Kepler y las observaciones telescópicas de Galileo
Galilei, que finalmente llegan a la imprenta con el título de Sidereus Nuncius en 1610.
En la obra de Kepler se postulan las
dos primeras leyes del movimiento de los cuerpos celestes: los planetas se
mueven en órbitas elípticas en torno al Sol, que ocupa uno de sus focos, y los planetas
en su movimiento orbital barren áreas iguales en tiempos iguales, es decir, los
planetas se mueven más rápido cuando su órbita está más cerca del Sol que
cuando está más lejos.
Los datos astronómicos sobre el
movimiento de Marte obtenido por el meticuloso observador Tycho Brahe ajustaban
a la perfección con las nuevas hipótesis keplerianas en contraposición a los
resultados de los modelos de Copérnico, del propio Tycho Brahe y de Ptolomeo.
En 1627, Johanes Kepler publicó los resultados en unas tablas de gran precisión
que se conocen como Tabulae Rudophinae.
Por otro lado, en el Sidereus Nuncius (fig.8), Galileo
informa sobre la naturaleza y morfología terrenal de la Luna, anuncia el
descubrimiento de los satélites mediceos que giran alrededor de Júpiter,
describe la composición estelar de la conocida como Vía Láctea y estudia la
morfología extraña de Saturno y las fases de Venus.
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8.- Galileo. Sidereus Nuncius. 1609 |
Teniendo en cuenta estos resultados y
tomando en consideración la demostración de la mutabilidad de los cielos tras
la aparición de varios cometas y el descubrimiento de una nueva estrella (nova)
en 1604, la naturaleza sublunar de los planetas y sobre todo, el argumento más
sólido a favor del heliocentrismo: la existencia de cuerpos celestes que se
movían en torno a un planeta y no, como defendía el corpus tradicional,
alrededor de la Tierra, el cuerpo conceptual cosmológico aristotélico quedó
herido de muerte. Durante el siglo XVII se encendieron disputas astronómicas,
cosmológicas y teológicas como refleja el Dialogo
sopra i due massimi sistemi del mondo tolemaico e copernicano (1632) de
Galileo, debates que no se apagaron hasta que la obra de Newton, Philosophia Naturalis Principia Matemática
(1687), construida sobre la física matemática, experimental, arquimediana o
galileana, ahogó definitivamente los argumentos de la física aristotélica y
medieval.
2.4. Galileo y los jesuitas
2.4.1.
La Compañía de Jesús
Como hemos apuntado más arriba, los
jesuitas son el motor humano de la Contrarreforma. Fundada en 1534 por Ignacio
de Loyola y Diego Laínez, la Compañía de Jesús se pone a disposición del Papa
mediante el voto de obediencia aprobado
por Paolo III en Montmatre. La regla impone, además, una organización
firmemente jerarquizada que prohíbe la crítica a los superiores y en especial
al denominado papa negro o general de la orden. La elección de una elite
monacal mediante el ejercicio del voto y
la covigilancia afirma la disciplina, previenen la disidencia y propician el
monolitismo doctrinal de la orden.
Los objetivos de la Compañía son la
conversión de herejes y paganos, la renovación de la Iglesia y la
evangelización de Asia y América. Las acciones que emprenden para la
consecución de estos objetivos son la educación de las elites, príncipes y
religiosos, la confesión y la creación de misiones.
2.4.2. Educación y Astronomía: El Ratio Studiorum
La acción educativa de la Compañía de
Jesús pretende hacer de cada hombre apóstol de Cristo y el magisterio
emprendido por los jesuitas tiene como principal objetivo la colaboración con
la acción de Dios como único maestro. La metodología descrita en lo que
denominan el Ratio Studiorum [17] sigue los
principios didácticos de autoridad y obediencia al maestro, acomodación
diferencial de la
enseñanza a las características de los
alumnos e interactividad escolar en la resolución de problemas. Los estudios se
dividen en dos ciclos de tres niveles: letras humanas (seis años), filosofía
(tres años) y teología escolástica (tres años). La astronomía formaba parte del
currículo de filosofía y era impartida a través de la crítica textual en un
modelo heredado de la metodología escolástica: lectio, quaestio, disputatio y determinatio,
por lo que el papel de los libros en la consecución de dicha metodología fue
fundamental. Es importante recordar que los estudios de artes liberales o
menores estaban supeditados a los estudios mayores como la medicina, el derecho
y por encima de todos la teología. Consecuencia inmediata de esta dinámica del estatuto de realidad
es que cualquier conclusión astronómica quedaba pendiente de la resolución
teológica que afirmara su grado de veracidad de acuerdo con las Sagradas
Escrituras y con la interpretación de los Santos Padres.
En el plano puramente astronómico, la
labor de los jesuitas comienza por los trabajos dedicados a la instauración del
calendario gregoriano. Desde ese momento, los colegios de la Compañía, en
especial el Colegio Romano cuyo astrónomo más destacado del siglo XVI es
Clavio, se convierten en los principales centros de estudio e investigación
astronómica[18].
Sin duda, es de importancia excepcional
la función difusora de las ideas sobre astronomía que la Compañía de Jesús
lleva a cabo a través de su magna y cuidada producción editorial[19]. Los
libros astronómicos de los jesuitas participan de la efervescencia editorial
que sirve de comunicación
científica entre autores
junto con la correspondencia
particular y oficial.
2.4.3.
Los Jesuítas y
Galileo
Siguiendo a Beltrán Mari [20], varios
son los escenarios en los que se desarrollan las relaciones entre los jesuitas
y Galileo. El primero tiene como protagonista a la Universidad de Padua y el
contencioso educativo mantenido frente a la Compañía de Jesús, el segundo
coincide con la época del viaje que Galileo realiza a Roma en 1611 para exponer
sus descubrimientos, el tercer escenario se centra en las disputas entre
Galileo y Scheiner por la primacía del descubrimiento de las manchas solares,
el cuarto se debe a la disputa con Grassi sobre la naturaleza de los cometas y
el quinto describe la instigación de los jesuitas en el proceso inquisitorial
contra Galileo.
Galileo fue profesor de la Universidad
de Padua entre 1592 y 1610. Durante estos años, se deterioran las relaciones
entre Venecia y Roma por la promulgación de un interdetto anulado por la autoridad civil veneciana. En este
ambiente de discordia, la libertad de que goza la Universidad en los
territorios de la Señoría es vista aún con más recelo por la Iglesia. Aunque el
Gimnasium Patavinum Societatis Jesu de
Padua venía enseñando en Padua desde 1554, el ejercicio de los estudios
públicos era concesión exclusiva de la Universidad y ésta entraba en clara
competencia con los intereses de los jesuitas. A pesar de conseguir impartir
estudios elementales y preuniversitarios, las reiteradas reclamaciones de los
jesuitas para crear su propia universidad no fructificaron y en 1606, la Orden
fue expulsada en el marco del interdetto.
Uno de los objetivos que perseguía
Galileo con su viaje a Roma era convencer a los jesuitas del Colegio Romano de
los descubrimientos asombrosos que presentó en el Sidereus Nuncius. La recepción de los astrónomos jesuitas, Clavio y
sus discípulos Grienberger y Maelcote, y la cena posterior organizada por el
mecenas Federico Cresi quedó reflejada en el avviso romano de 16 de abril de 1611. Una semana después se celebró
un homenaje a
Galileo en el Colegio
Romano donde se le presentó como “uno de los astrónomos
modernos más afortunados”[21]. Durante
aquellos días el Cardenal Bellarmino, opuesto desde las perspectivas teológica
y filosófica a la postura copernicana de Galileo, consultó a sus compañeros
matemáticos de la orden sobre sus descubrimientos y éstos le confirmaron la veracidad de las observaciones del
pisano. Sin duda la uniformitas et solidias doctrinae publicada por el general de la
orden, el padre Aquaviva, era consecuencia de las pesquisas teológicas y
filosóficas de Bellarmino y los filósofos jesuitas, pues en el texto se
cerraban filas en contra del copernicanismo.
El tercer y cuarto escenario de la
disputa entre los jesuitas y Galileo es no sólo de carácter doctrinal sino
técnico. El padre Scheiner publicó en Tre
epistolae de maculis solaribus su estudio sobre el Sol con el seudónimo de Apelles post tabula latens. En su exposición informaba
de la primacía en el descubrimiento de las manchas solares que a su juicio
consistían en agrupaciones de estrellas que giraban alrededor del Sol.
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EL Cardenal Barberini. Colección Privada.
Florencia.1599
|
Parece que de esta forma salvaba la
tradición aristotélica que consideraba al Sol como cuerpo inmaculado. En 1613,
Galileo afirmaba públicamente su primacía en el estudio de las manchas solares
con su libro Istoria e dimostrazioni
intorno alle machchie Solari e loro accidenti. En sus páginas argumentaba,
basándose en la perspectiva, sobre la posición superficial de las manchas y
discutía abiertamente la tesis de Scheiner. A pesar de que Grienberger, uno de
los astrónomos jesuitas más próximo a las tesis de Galileo, simpatizaba con la propuesta
del pisano, el principio de obediencia a la teoría aristotélica dictado por el
general de la orden enfrentó de forma clara a la Compañía contra Galileo e
intensifico la animadversión de los detractores de éste.
En el mismo marco hay que entender la
disputa sobre la naturaleza de los cometas que enredó a Galileo con el jesuita
Orazio Grassi. Éste, siguiendo la tesis de Tycho Brahe, consideraba que los
cometas se movían en el firmamento entorno al Sol. En este caso, la postura de
Galileo sobre la naturaleza atmosférica de los cometas se aproximaba a la
defendida por los aristotélicos.
Todos estos desencuentros con los
jesuitas y la consideración del copernicanismo de Galileo como herético,
culminaron con la instigación de los jesuitas contra el pisano. Beltrán Mari
pone en duda el carácter monolítico de los jesuitas en cuestiones de filosofía
natural[22] y afirma la responsabilidad de éstos en la condena
a Galileo. Las disputas con Scheiner continuaron tras la publicación en 1630 de Rosa Ursina y la lectura del Diálogo
(1632) facilitó la acusación de los jesuitas y de los enemigos de Galileo
ante la Inquisición pues defendía abiertamente el realismo del sistema
copernicano.
2.5.
El papel de la representación
artística en las disputas con los jesuitas.
Los frontispicios de los textos
astronómicos de la época presentan abiertamente el debate sobre los sistemas
del mundo y las posiciones encontradas entre los jesuitas y Galileo.
En su Opera Mathematica, Clavio presenta el sistema ptolemaico y los
argumentos teológicos que la sostienen (fig
9).
La
imagen de la viñeta izquierda sigue el Libro
de los Reyes 20:8-11 donde “El Sol revierte su camino…” y en la viñeta
derecha la inspiración se encuentra en Joshua: 10:12 “El Sol permaneció
quieto…”.
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9.- Opera Mathematica. Clavio.1612 [Biblioteca digital UCM]
|
También encontramos este tipo de
mensajes en el frontispicio de la Rosa
Ursina de Scheiner (fig 10): en la representación de la autoritas sacra donde se enfrentan la
autoridad sagrada y la divina inspiración (arriba a la
izquierda). El frontispicio del libro dedicado a Paolo Orsini muestra en su
centro al Sol maculado moviéndose en el zodiaco. Es evidente la inspiración que
encuentra el autor
en la Divina
Comedia de Dante
quien nos propone
como motor del mundo “L’amor
che muove il sole
e l’altre stelle”.
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10.- Rosa Ursina. Scheiner. 1630. [Biblioteca digital UCM] |
Sin duda la máxima jesuita de “Dios
está en los detalles” inspira la fineza y cuidado de los grabados [23].
La disputa llevada al marco artístico
encuentra contestación en el frontispicio del Diálogo (fig. 11). En él se encuentra a un Ptolomeo ciego
acompañado por el anciano y desvalido Aristóteles charla con un Copérnico cuya
cara es claramente la de Galileo.
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11.- Diálogo. Galileo. 1632 [Biblioteca digital Universidad Complutense de Madrid] |
En esta dialéctica artística que
representan los frontispicios de la bibliografía astronómica del siglo XVII es
donde se enmarca la interpretación del frontispicio que Francesco Curti elabora
en 1650 para la obra de Riccioli Almagestum
Novum.
3. El frontispicio del Almagestum Novum de Giovanni Battista Riccioli.
Giovanni Battista Riccioli nace en
Ferrara en el año 1598 y desarrolla la mayor parte de su vida en Bolonia donde
muere en 1667. Entra en el colegio de los jesuitas de esa ciudad a los 16 años
(1614) y estudia en su universidad donde probablemente se doctora en teología.
Más allá de los datos puramente biográficos, lo cierto es que Riccioli es un
astrónomo jesuita que sigue fielmente la corriente doctrinal de la orden. En su
currículo como astrónomo se le atribuyen diversos éxitos entre los que
destacan: la nomenclatura topográfica de los accidentes lunares y catálogos de
estrellas (junto a Grimaldi), la observación de la estrella doble de la Osa
Mayor (Mizar y Alcor), la identificación del color en las bandas de Júpiter, la
resolución del problema de Riccioli para medir la latitud sin necesidad de
medir ángulos, etc.
En las 764 páginas del libro desgrana
todos los temas de la astronomía y cosmología de la época. Presenta los
argumentos de los astrónomos más importantes, entre ellos Kepler, Thyco y
Galileo, contraponiéndolos a la doctrina de la astronomía jesuita y, en
concreto, a la defensa del sistema del mundo de Riccioli, que es de tipo mixto
a la manera de Thyco Brahe (fig .12)
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12.- Almagestum Novum. Riccioli.1650 [Biblioteca digital UCM] |
En cuanto a la factura del frontispicio su autoría corresponde a Franceco Curtius que trabaja en los talleres de grabado boloñés de la época. La firma artística, sin duda, pertenece a la escuela de los Carracci: el juicio con personajes de la mitología clásica, su leve perspectiva central, la masa yuxtapuesta de los personajes que llenan el espacio expositivo, el dibujo preciso y el paisaje (fig. 13).
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13.- Almagestum Novum. Riccioli.1650 [Biblioteca digital UCM] |
El autor, guiado por el astrónomo
jesuita, consigue sublimar la visión geocéntrica que defiende la Compañía de
Jesús contra la propuesta heliocéntrica. La sensibilidad y gracia del grabador,
propia de la escuela boloñesa, oculta la dura condena que presenta contra el
copernicanismo. Las palabras de Evangelista Torricelli al contemplar en 1647 la
preparación del frontispicio no dejan lugar a dudas:
<<…legga
l’incluso frontispicio e poi abandoni affatto l’astronomia.>>[23]
El simbolismo y mensaje que muestra
tanto la composición del grabado como los personajes y sus acciones afirma las
verdades de la astronomía defendidas por los jesuitas.
La línea visual de los personajes
mitológicos, Astrea y Argus Panoptes, sirve de separación entre el mundo
sublunar y el supralunar de la cosmología clásica (fig. 14). Encima se sitúan
los planetas, en disposición del sistema riccioliano, con un dibujo detallado
de sus respectivas peculiaridades y accidentes desvelados por el telescopio,
del que los jesuitas eran importantes usuarios y valedores. El juicio divino
queda enmarcado en un triángulo místico central cuyo vértice superior aloja la
mano del Creador y cuyos vértices inferiores se extienden a lo largo del fiel
de la balanza entre los dioses mitológicos.
En la zona sublunar, la tierra se
muestra en su frondosa belleza. Bajo este idílico y clásico entorno es donde
descansa un agotado Ptolomeo junto a su desestimada teoría. Atento al juicio
cosmológico, observa jubiloso el veredicto divino.
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Fig. 14 Interpretación del Frontispicio de el Almagestum Novum |
Sin duda, los epígonos de Agostino
Carracci, entre los que se encuentra Curtius, continúan la estela del maestro,
y esta fidelidad se hace palpable en los mensajes textuales que precisan de forma incisiva casi inquisitorial el
mensaje representativo que aporta la imagen.
Astrea, diosa sapiente de la
astronomía teórica y cosmológica, cuyo
retorno al mundo es representativo de la era de oro perdida donde la verdad
prevalecía, toma la balanza en sus manos y certifica la derrota del sistema
copernicano.
De sus labios se escucha la sentencia
“Asentaste la Tierra sobre tus cimientos que permanecerá inconmovible por
siempre”[24] . Por si esto no fuera suficiente, el argumento
teológico admite la afirmación clásica ante la modernidad. En el fiel de la
balanza gravita la voz de Ovidio:
<<Nec
circumfuso pendebat in aëre tellus ponderibus librata suis>>[25]
Es
decir, “[la Tierra] flotaba en el aire circundante equilibrada por su propio
peso.” Como era entonces conocido, este texto era citado con frecuencia contra
los copernicanos.
A la izquierda de la representación,
el que todo lo ve, Angus Panoptes, con todos los ojos abiertos como símbolo de
las estrellas y la ubicuidad de Dios, el que todo lo ve, sostiene el
instrumento que ha cambiado la forma de observar el mundo. Su cabeza se
alza hacia el firmamento y encuentra la
sentencia divina de la mano del Creador: << Número, mensura,
pondus>>, Número, medida y peso.
La sentencia que anuncia Riccioli mediante el frontispicio diseñado
magistralmente por Curtis dice lo siguiente:
<<… Lo que
pide el Rey es un misterio que ni los sabios ni astrólogos, ni magos ni
adivinos son capaces de descubrir al rey >>[26] Daniel 2:25-30
<<Por
eso ha mandado Él esa mano que ha trazado esa escritura. La escritura es: mené, mené, teqel ufarsin. Y esta es la
interpretación: mené, ha contado Dios
tu reino y le ha puesto fin; teqel,
has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso ; ufarsin, ha sido roto tu reino y dado a medos y persas>>
Daniel 5 :24-29
Ahora se entiende el espanto de
Torricelli ante este frontispicio Almagestum Novum. El cruel mensaje de
Riccioli, presentado gracias al mejor artificio de la más pura retórica
barroca, sentencia a muerte al copernicanismo y
a sus seguidores, proclama la verdad divina: el triunfo de la teología y
la Iglesia sobre la nueva ciencia.
Bibliografía
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[1] DOMINGUEZ ORTIZ, Antonio. Historia Universal: Edad Moderna.VolII,
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[2] BENNASSAR, M.B, et al. Historia Moderna, Madrid, 1998. p 542-546
[3] BENNASSAR, M.B, et al. Historia
Moderna, Madrid, 1998. p. 422
[4] ARGAN, G.C. Renacimiento
y Barroco, Vol II. Madrid, Akal, 1999.p 261-375.
[5] Ibdem. p. 264-304.
[6] ANDERSON,
Jayne. Speculations on the Carraci Academy in Bologna, Oxford Art Journal,
[2]:3(1979;Oct.)p15
[7] PÉREZ SÁNCHEZ, Alonso E. Annibale
Carracci. El Arte y sus creadores. Vol 23. Madrid, Historia 16, 1993, p. 6
[8] ARGAN, G.C. Renacimiento y Barroco, Vol II. Madrid, Akal, 1999.p 265
[8] ARGAN, G.C. Renacimiento y Barroco, Vol II. Madrid, Akal, 1999.p 265
[9] SELLÉS GARCÍA, Manuel y SOLIS
SANTOS, Carlos. Revolución científica.
Madrid: Síntesis, 1994, p. 241
[10] Apud. MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo. La España del siglo XIII: leída en imágenes.
Madrid: Real Academia de la Historia, 1986, p, 165.
[11] TATON, R. et al. Historia General de las Civilizaciones: la ciencia antigua y medieval.
Vol I Madrid. Destino. 1985 p. 292-297
[12] Idem. p.294 Secundum quid: mezcla=
corrupción y generación; secundum
quantum: catidad= dilatación contracción;
secundum quale: alteración de la cualidad; secundum ubi: traslación.
[13] KOYRÉ, Alexander. Estudios Galileanos, Madrid, Siglo
XXI, 1966 p 9
[14] RIOJA, Ana y ORDOÑEZ, Javier. Teorías del universo: vol. 1. Madrid:
Síntesis, 2004, pp. 37‐38.
[15]ROSSI, Paolo. El nacimiento de la ciencia moderna
en Europa, Madrid, Crítica. 2000, p. 68
[16] RIOJA, Ana y ORDOÑEZ, Javier. Teorías del universo: vol. 1. Madrid:
Síntesis, 2004, p. 138.
[17] CAPITÁN DÍAZ, Alfonso. Historia de la Educación en España, vol. 1.
Madrid: Dykinson, 1991, p. 349-363.
[18] LÓPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio. Breve
historia de la ciencia española. Madrid: Alianza Editorial, 2003, p.
111-122.
[19] BLAZQUEZ BOOTH, Mariana. Aproximación Bibliográfica a la Astronomía del siglo XVII: el patrimonio
español.[Tesina UCM], Madrid, 2009
[20] BELTRÁN MARI, Antonio. Talento y Poder: Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia
Católica, Madrid, Laetoli, 2006.
[21] Apud. BELTRÁN MARI, Antonio. Talento
y Poder: Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia Católica, Madrid, Laetoli, 2006, p 138
[22] BELTRÁN MARI, Antonio. Talento y Poder: Historia de las relaciones
entre Galileo y la Iglesia Católica,
Madrid, Laetoli, 2006, p 489
[23] Apud.
REMMERT, Volker R. In the sign of Galileo:
pictorial representation in the 17th- century Copernican debate. p 29
[24] Colunga A. y Nacar, E. Sagrada Biblia. Salmo 104,5
[25] OVIDIO. Metamorfosis, Madrid, Alianza, 1986 p 3
[26] Colunga A. y Nacar, E. Sagrada Biblia.
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